jueves, 6 de junio de 2013

Genios de la Literatura: Francisco de Quevedo

Uno de los más grandes poetas del Siglo de Oro Español. Así podriamos definir a Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, que supo definir como muy pocos el arte poetíco del conceptismo.


Francisco de Quevedo nació en Madrid, el 14 de Septiembre de 1580. Era de una familia de hidalgos procedentes de Vejorís, Santiurde de Toranzo, Cantabria. Siempre estuvo muy orgulloso de su pasado familiar, recordándolo con orgullo. Su infancia transcurrió en la Villa y Corte, rodeado de nobles y gentes de posición debido a que su padre era Secretario de la hermana del Rey Felipe II, María de Austria. Su madre, por otro lado, era dama de compañia de la Reina. Pero, la desgracia llego pronto a la vida de Quevedo cuando fallecio su padre cuando apenas contaba con seis años de edad. Después del fallecimiento de su padre, nombraron como su tutor a un pariente lejano: Agustín de Villanueva. Unos años después moría su hermano Pedro y su pesar por esas desgracias tan cercanas en el tiempo, le minaban la moral.

 
Pasó al Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, actual Instituto de San Isidro de Madrid y estudió Teología en Alcalá sin llegar a ordenarse, como tantos otros de su época que buscaban una cierta educación a costa de la Iglesia. Durante la estancia de la Corte en Valladolid parece ser que circularon los primeros poemas de Quevedo, que imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora bajo un seudónimo (Miguel de Musa) o no, y el poeta cordobés muy pronto se entero de la existencia del joven que a su costa estaba riéndose de el. Gongora le contestó y dentro del continuo maremagnum de poemas vilipendiosos y replicas a otros, nació una enemistad que perduraría en el tiempo, hasta que el poeta cordobés fallezca.
Quevedo despreciaba la poesía de Gongora porque no reflejaba la realidad social, sino que la embellecía, perdiéndose en frases bonitas que alejaban al que las leía de la realidad. Este movimiento se dio en llamar Culteranismo,  término despectivo creado desde la palabra "luteranismo" para parangonar a los culteranos como herejes de la verdadera poesía que sería el Conceptismo al que pertenecía Quevedo y que defendía la realidad y la feroz crítica social. A continuación, les dejo algunos ejemplos de como Quevedo se las gastaba contra el poeta cordobés:

"¿Por qué censuras tú la lengua griega siendo sólo rabí de la judía
cosa que tu nariz aun no lo niega? "
"Musa que sopla y no inspira
y sabe que es lo traidor
poner los dedos mejor
en mi bolsa que en su lira,
no es de Apolo, que es mentira."

Y así, muchas más que llegaron a ir hasta la ofensa personal (Gongora no se quedaba atrás: se burlaba de la cojera de Quevedo al que tachaba de borracho y putero como a Lope de Vega). 
Quevedo, una vez conseguida una fama que no fue gracias a las burlas hacía Gongora, sino por su crítica al poder y a la sociedad que le toco vivir y a la posterior (que hay más universal que el poema: poderoso caballero es Don Dinero), se dedico también a la narrativa. Famosa fue su novela picaresca "La Vida del Buscón Don Pablos", que tuvo notable éxito. Durante esa época se cartea con el humanista Justo Lipsio. Dichas epístolas nos deja claro lo que pensaba Quevedo de las guerras a las que detestaba por el concepto moral que tenía y por que estas estaban desangrando el país a novel economico y social. En los años de don Francisco, hay que recordar, España estaba metida de lleno en las guerras de Flandes y, aunque hubo un periodo corto de Paz, dichas confrontaciones continuarian hasta el Reinado de Felipe IV.

"El Buscon"
 
En 1601, fallece su madre, a la que el tanto quería, y en 1604 explora con la metrica de sus poemas, alcanzando el arte más sublime. Las musas le soplaban constantemente.
La Corte regresa a Madrid, tras unos años en Valladolid, y con ella el propio Quevedo, donde reside hasta 1611 entregado a las letras; escribe cuatro de sus "Sueños" y varias sátiras en prosa; obras de erudición bíblica como su comentario "Lágrimas de Jeremías castellanas"; una defensa del humanismo en España, la "España defendida"; y una obra  de corte político, "El Discurso de las privanzas", así como lírica de diverso tipo, especialmente amorosa y satírica. En aquella época se hace muy amigo de otro genio de las letras, Félix Lope de Vega, y de un manco muy famoso que acababa de publicar lo que sería la primera parte su Don Quijote, Miguel de Cervantes, el cual siempre admiro la calidad de las poesías de Quevedo, lamentandose de que los cielos no le dieran tan alta cualidad. Pero también se gano poderosos contrincantes en esto de las letras: Juan Ruiz de Alarcón, del cual le hacían gracia sus defectos físicos (era pelirrojo y jorobado) y  Juan Pérez de Montalbán, hijo de un librero con el que Quevedo tuvo ciertas disputas. Sin embargo, no se olvidaa de su acerrimo enemigo Gongora, con el que intercambiaba poemas, donde se decían de todo menos bonito. Quevedo se burlaba de su nariz, de su supuesta procedencia judía (en aquella época, la limpieza de sangre lo era todo), de que su poesía era una puro mier (y lo que sigue) y y otros calificativos que destacaban por el gran desprecio que sentía hacía el, mal que le pese, genio cordobes.
Por entonces estrecha una gran amistad con el grande Pedro Téllez-Girón, el Gran Duque de Osuna, al que acompañará como secretario a Italia en 1613, desempeñando diversas comisiones para él que le llevaron a Niza, Venecia y finalmente de vuelta a Madrid, donde se integrará en el entorno del Duque de Lerma,  por entonces Valido del Rey, siempre con el propósito de conseguir a su amigo el Duque de Osuna el nombramiento de virrey de Nápoles, lo que al fin logrará en 1616.

 
Vuelto a Italia de nuevo con el Duque, éste le encargó dirigir y organizar la Hacienda del Virreinato, desempeñando otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia y obtiene como recompensa el hábito de Santiago. Un gran premio que Quevedo, como los hombres de su época, llevo con mucho orgullo.
Cuando cayo el Duque de Osuna, se llevo por delante a todos su acólitos, incluido al propio Quevedo, que se le destierra en 1620 a la Torre de Juan Abad, Ciudad Real, a un Señorio que había comprado su madre y que los vecinos no reconocieron, pleiteando con ellos. La compra no se reconocera de forma oficial hasta después de su muerte. 
La llegada al Trono de Felipe IV supondra para Quevedo una alegría ya que se le levantara la orden de destierro y podra volver a Madrid con el beneplácito el Conde-Duque de Olivares, con el que tendrá sus más y sus menos por algunas poesías anónimas que circulaban por Madrid, pero cuyo estilo, estaba claro, correspondía a Quevedo.
Quevedo acompañaría al Rey en diferentes viajes y también publico diversas obras, aparte de estrenarse en el arte de la dramaturgia. Durante esa época estuvo pleiteando con algunos libreros que vendían algunas copias de sus obras sin haberle pedido permiso.
En 1639, con motivo de un memorial aparecido bajo la servilleta del Rey Sacra, católica, cesárea, real Majestad..., donde se denuncia la política del Conde-Duque, se le detuvo, se confiscan sus libros y, sin apenas vestirse, es llevado al frío Convento de San Marcos en León hasta la caída del Valido. En el monasterio Quevedo se dedicó exclusivamente a la lectura.
Quevedo, muy mayor y enfermo, salio del encierro, retirándose de forma definitiva. Fallece en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645. Moría un genio con muy "mala leche", pero, sobre todo, moría un genio con carisma, un hombre de su tiempo, muy crítico con la sociedad de su tiempo y cuyas obras forman parte de la inmortalidad en las letras españolas.
Como memorial, les dejo este excelso poema de Quevedo, que refleja el Amor más allá de la muerte, una auténtica maravilla:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
 Su vida y obra se pueden consultar en: Francisco de Quevedo - Wikipedia

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