martes, 24 de diciembre de 2013

Charles Dickens y el Espíritu de la Navidad

Faltaban apenas unas horas para Nochebuena y ese día, por la mañana, Charles Dickens, uno de los más afamados escritores ingleses, decidió dar un paseo. 


Dickens era un hombre muy navideño y ese día se sentía que tenía que ser feliz. Pero no podía aquel día. Por las calles sólo veía desesperanza a partes iguales: niños pidiendo y adultos suplicando una miga de pan a todo aquel que pasara. Ese día era Nochebuena, pero para ellos sería un día más en medio de un futuro cada vez más negro, gracias a una sociedad de espaldas a ellos, los cuales celebraran el nacimiento de Jesús como cualquier cosa, pero de forma cínica ya que no ayudan precisamente al hermano, al prójimo que tanto nos dijo el mismo Mesías que cuidáramos. Para los desamparados de la sociedad esa noche sería muy triste.
Dickens, como vemos en muchas de sus obras, siempre creyó que los pobres y los más desamparados se sublevarian contra una sociedad que los maltraraba y hería, que, en definitiva, los abandonaba a su suerte, en medio de la soledad más absoluta. Se hablaba de que Inglaterra era un Imperio muy poderoso, pero Dickens se preguntaba: "¿Cómo un supuesto Imperio puede condenar a la pobreza, sin hacer nada ante ella, a millones de personas?"
Dickens pensaba que la soledad era muy triste, pero que ésta tuviese lugar en la Navidad, debía ser realmente insoportable. Y todo porque sus conciudadanos despreciaban a los otros y le daban limosnas como los ricos del Nuevo Testamento: "Porque les sobra".
Había que dejar las cosas claras. Y es por eso que se decidio a escribir una hermosa historia, que lo único que pretendía era traer esperanzas a los más pobres y reverdecer aquel Espíritu Navideño que muchos habían olvidado. En la historia nos hablaba de un viejo avaro, que despresiaba la Navidad y a todo aquel que mostraba alegría o que, en su humildad, pedía para los más pobres porque a él sólo le importaba el dinero y sus beneficios. Es entonces cuando en medio de su soledad, recibe la visita de su antiguo socio en forma de fantasma, que en vida había sido tan despreciable como él. 

 

Su ex-socio le dice que para que sea condenado como él, por la noche le visitaran tres fantasmas: Navidades Pasadas, Presentes y Futuras, los cuales le harían y le hicieron comprender que es mejor dar que recibir, que la felicidad no se encuentra en el dinero, que uno se puede reformar si tiene un corazón puro y que hay que vivir ayudando a los demás, contagiando la esperanza de un mundo mejor a todos. El viejo no sólo se reformo, sino que fue todo un ejemplo de alegría para todos los que le trataron en el futuro.


Dickens llamaría a su historia Christmas Carol ("Cuento de Navidad" o "Canción de Navidad", según la traducción) y con ese libro conseguiría, en cierta medida, abrir los ojos a muchos. Y es que desde aquel momento, muchos llegaron a afirmar que el escritor inglés había inventado la Navidad tal como la conocemos. Yo no diría tanto, aunque si es merito de Dickens el abrirnos los ojos y poder reverdecer y sacar de dentro ese Espíritu Navideño, que deberíamos tener todo el año.

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