sábado, 20 de junio de 2015

Del amateurismo al profesionalismo

¿Debe una persona cobrar por jugar al fútbol? Esta pregunta a día de hoy es absurda, pero no lo fue así hasta los años 20 en España. De hecho, puede que muchisimos contestaran con un rotundo NO a dicha cuestión. 


Cuando se crearon los primeros equipos de foot-ball en España, la plantilla la conformaban los propios socios de cada club, encargándose mediante tasas de mantener la equipación, los terrenos donde jugaban, el material, etc. Todos y cada uno de ellos tenían profesiones como cualquier persona y, por supuesto, no cobraban por la practica de ese gran deporte procedente de las Islas Británicas. Sí uno tenía una gran valía, pero su situación económica era precaria se le liberaba de pagar la cuota de socio, suministrándole el material como las botas o la equipación, así como dinero para trasladarse en tranvía para disputar los partidos.


Por otra parte, cabe destacar que muchas personas que terminaban sus estudios o se trasladaban a otras zonas por razones laborales, tenían que dejar de ser socios de sus clubes y, por lo tanto, dejar de jugar en el mismo. Un caso paradigmático lo tenemos en la creación del Athletic de Madrid (actual Atlético de Madrid), que fue creado por el Athletic de Bilbao como sucursal para que sus miembros (de origen vasco, claro) cuando se trasladaban por razones laborales o estudiantiles a Madrid, siguieran jugando al foot-ball. De ahí que ambos tengan las mismas equipaciones. Ya en los años 20, la antaño sucursal bilbaina en Madrid se acabaría desligando del equipo vasco. 
Sería precisamente en los años 20 donde se inició la polémica en torno a sí una persona tenía derecho a cobrar o no por practicar el fútbol. Los enemigos del profesionalismo argumentaban que el hecho de que cobraran sería una perversión y que acabaría con la pureza del deporte, mientras que los favorables al profesionalismo argumentaban que en otros países como Inglaterra o Italia tenían desde hace mucho tiempo una liga profesional y el deporte seguía ganando adeptos y la calidad de los equipos había aumentado. 

Selección Española ganadora de la Plata en los JJOO de Ámberes en 1920

Por toda España hubo denuncias contra futbolistas por cobrar o contra clubes por pagar a sus futbolistas. Muchos grandes deportistas de aquellos años como Zamora, Sesúmaga, Zabala o Pagaza cambiaron de residencia para jugar en otros clubes por una contraprestación económica, algo que fue denunciado. 

Parada antologica del divino Zamora

La Real Federación Española de Fútbol llegó a tomar cartas en el asunto y dividió a los futbolistas entre amateurs y profesionales, algo que fue considerado como un gran perjuicio para la Federación Centro, que no acepto tal cosa, declarando que todos los futbolistas de los clubes bajo su dependencia se declaraban amateurs puros. 


Hubo muchas salidas de tono e infinidad de dimisiones; la Federación Española considero a la centro casi en rebeldía. Los debates se volvieron tremendos y más que nunca se puso sobre la mesa las diferencias entre los defensores del amateurismo y profesionalismo. 
Al final los defensores del amateurismo acabarían cayendo y es que el proceso ya era imparable. El 30 de Junio de 1926 la Federación reconoció el profesionalismo y el hecho de que los clubes pudieran pagar a un club por hacerse con los servicios de otro. 


Dos años después se crearía la Liga de Fútbol Profesional, iniciándose el Campeonato de todos contra todos para la temporada 1928-1929. El primer bombazo económico que traería el profesionalismo sería el fichaje de Ricardo Zamora por el Real Madrid, tras pagar el equipo blanco 150.000 pesetas, con un sueldo para el guardameta de 3.000 pesetas ¡Una barbaridad para la época!

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