domingo, 20 de septiembre de 2015

El arte de la palabra para convencer

Sí hay algo que fomenta una Democracia es el parlamentarismo y, por lo tanto, el hablar para convencer a nuestros adversarios. Eso pasa con cualquier Democracia... excepto la española. Es digno de mención como semana tras semana vemos a determinados personajes hablar de forma atropellada, soltando más de un insulto o como lo haría un niño: yo seré malo, pero tú eres peor. Lo mismo pasa con los periodistas que van a determinados debates para que se les de la razón, al igual que muchos políticos. Todo porque ni saben convencer, ni quieren ser convencidos.


Estamos hablando del país de los Castelar, de los Cánovas, Melquiades Alvarez, Calvo Sotelo, Azaña y muchos otros que, independientemente de la afinidad o no que se tuviera con ellos, eran personas que mediante argumentos lograban atraer a personas de diferentes ideologías. Utilizaban la palabra para convencer y no desdeñaban el escuchar al oponente. En la actualidad, no escuchamos más que insultos, gritos y menosprecios de unos hacía otros por el simple hecho de pensar diferente. Así vemos como hay políticos y periodistas que piensan que los corruptos de un lado son peores que los mios, que intentan menospreciar al adversario e incluso se atreven a dar carnets de demócratas tan solo a los que piensan como ellos. 

Emilio Castelar, clásico ejemplo de gran orador

Los políticos son una de las cosas que más preocupa a los ciudadanos, pero también hay que decir que, aunque no se diga por interés, el periodismo siempre se encuentra entre las preocupaciones de muchas encuestas Y en los dos casos no me extraño. Tanto políticos como periodistas se han dedicado a predicar su "mensaje mesiánico", ya que es la verdad absoluta, en lugar de actuar en favor de los ciudadanos. Los políticos gobernando por el bien común y los periodistas informando desde la objetividad y sin ocultar informaciones o mintiendo en función de a quien afecte un caso de corrupción por ejemplo. 
Y entre esos problemas se halla la falta de recursos para convencer, ya que la mayoría de las veces se recurre a la vociferación y al insulto. El parlamentarismo esta muerto en esta Democracia; hacen falta personas que desde la política y otros ámbitos de la sociedad utilicen la palabra para convencer y no menospreciar e insultar. Así haríamos real la cita atribuida Abraham Lincoln: "¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos nuestros amigos?"

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