jueves, 1 de octubre de 2015

El ángel caído... en Madrid

Cuando oímos hablar del diablo siempre se nos viene a la cabeza un ser con cuernos con aspecto de macho cabrio. La realidad es que esta imagen del diablo no siempre fue así y de hecho, la historia de la Religión nos cuenta que era un ángel más, el más bello de todos, que, sin embargo, decidió revelarse contra Dios hasta el punto de organizar una rebelión para obtener su poder. Los hebreos utilizan el término satán (‘adversario’) con el cual remite al acusador de los hombres ante Dios y aquel que incita al mal. Dios expulsó a aquellos que se enfrentaron a Él, encontrándonos personajes que nos suenan muchisimo como Lucifer o Mefistófeles entre otros. Pues resulta que en el parque del Retiro de la Villa de Madrid, existe una glorieta y en ella un monumento. Tanto dicha glorieta como el mencionado monumento están dedicados al ángel caído.  


La misma fuente ya es de por si extraña con figuras monstruosas de las que sale boca de su agua y en medio de todo, el ángel caído, cuya expresión y cuerpo denota el momento en que es expulsado, algo que nos deja entrever el peligro de enfrentarse a Dios. La monumental fuente fue inaugurada en 1885, aunque la escultura es un poco anterior a tal año. 


La idea de que el monumento (unida a la fuente/pedestal realizada por Francisco Jareño. También brutal) es un homenaje al maligno ha despertado la imaginación de grupos de aficionados al esoterismo fundada en que se halla exactamente a 666 metros (el Apocalipsis de San Juan menciona al 666 como el número de la bestia) por encima del mar, lo cual es una curiosidad casualmente real, pero una curiosidad al fin y al cabo puesto que la altura media de la Villa de Madrid es 666. Por otro lado, hay otros monumento en el mundo con el diablo como referente tales como en Turín o la estatua del Ángel rebelde en el Capitolio estadounidense,  aunque ninguno tan extraordinario como el madrileño.


Ricardo Bellver, el escultor de esta obra, se inspiró en unos versos de ·"El paraíso perdido", del literato inglés John Milton, entresacados de la tercera y cuarta estrofa del Canto I:  
"Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado"

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