jueves, 19 de mayo de 2016

Un juicio macabro

Dada la gran cantidad de corruptos que ocuparon la silla de Pedro, Formoso fue una de esas "raras avis" dentro de una Iglesia que dependía demasiado del poder terrenal. No lo digo yo, lo dicen cronistas de su época. Nicolás I lo menciona como "Obispo de gran santidad y ejemplares costumbres" e incluso un hombre tan malediciente y crítico como Liutprando de Cremona elogia su "piedad y su ciencia de las cosas divinas". Sin embargo, no todos opinaban así. 


Antes del pontificado de Formoso, la familia Spoleto era la más importante de la ciudad de Roma, llegando a influir en la decisiones de los Papas y es que Lamberto de Spoleto aparte de ser Duque de Spoleto llegó a ser considerado Rey de Italia (aunque la totalidad de la Península Itálica nunca fue dominada por una sola persona) y Emperador carolingio o de Occidente. 
Sin embargo, Formoso, que había coronado Rávena como Emperador a Lamberto, tras la muerte del padre de éste Guido de Spoleto (bajo presiones) inició contactos con el Rey germánico Arnulfo de Carintia, convenciendolo para que avanzara sobre Roma y así liberar a Italia de la familia Spoleto. El Papa murió en el 896, mientras que Arnulfo de Carintia, Emperador Carolingio o de Occidente, murió tres años más tarde. Ya unos años antes, Arnulfo había caído enfermo, viéndose obligado a abandonar Roma y posibilitando la vuelta de Lamberto, que ocuparía su antiguo puesto y que tenía sed de venganza contra el Papa que lo había "echado". Pero ¿No estaba muerto Formoso?
Poco le importo al tal Lamberto. Esteban VI, sucesor de Bonifacio VI, quien había sucedido a Formoso para morir al poco de ser elegido Papa (puede que envenenado ¿Quién sabe?), ordena, nueve meses después de la muerte del propio Formoso, exhumar su cadáver y someterlo a juicio en un concilio que reunió a tal fin y que se ha dado en llamar el Concilio cadavérico, Sínodo del terror o Sínodo del cadáver.
En dicho "juicio"  celebrado bajo la presidencia del Papa, se revistió al cadáver de Formoso de los ornamentos papales (anillos incluidos), sentandosele en un trono para que escuchara las acusaciones. Muchas fueron infundios destinados a hallarlo culpable, aunque la principal de todas fue que siendo Obispo de una diócesis, concretamente la de Porto, la había abandonado para ocupar como Papa la diócesis de Roma.

Acusaciones contra un cadáver

Por supuesto fue encontrado culpable, se declaró inválida su elección como pontífice y se anularon todas los actos y ordenaciones de su papado. A continuación se despojó el cadáver de sus vestiduras, se le arrancaron de la mano los tres dedos con que impartía las bendiciones papales, literalmente se echo de la sala al cadáver a patadas y sus restos fueron depositados en un lugar secreto, donde permanecerían varios meses hasta la entronización de Teodoro II. 
Los tramites para el restablecimiento de la figura de Formoso como Papa comenzaron con Teodoro (cuyo pontificado duró 20 días) y su sucesor Juan IX convocó dos concilios, uno en Rávena y otro en Roma, en los cuales se promulgó que toda acusación en un tribunal sobre una persona muerta fuese prohibida. No obstante, el Papa Sergio III que accedió al papado en el 904 no lo veía así y anuló todas las disposiciones de sus antecesores, iniciando un segundo juicio contra el cadáver extremadamente putrefacto. Nuevamente se le halló culpable. Los restos de Formoso fueron arrojados al Tíber para que, según el propio Papa, "desapareciesen de la faz de la tierra". 
Aparte de esto, existe una leyenda la cual nos dice que dichos restos se enredaron en las redes de un pescador, que lo extrajo de las aguas y lo escondió. Finalizado el pontificado de Sergio III, los restos fueron depositados en el Vaticano, donde yacen hasta el día de hoy. 

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