domingo, 10 de julio de 2016

Aquel Lazarillo de Tormes

Hablar del Lazarillo de Tormes no es comentar simplemente la vida de un pícaro cualquiera, intentando sobrevivir en un duro mundo, sino esbozar la miserabilidad de una época en la que la hipocresía pululaba a sus anchas y, aunque parezca (como todas las novelas de este tipo) que es una novela cómica, tiene drama, muchisimo drama. 


No es anormal que desconozcamos quién es el autor. Es evidente que fuera cristiano viejo, nuevo o musulman, se cuido mucho de no dar su nombre para evitar problemas con las autoridades del momento, incluida la eclesiastica. 


Contada de forma autobiográfica, Lazaro tiene que servir a varios amos para subsistir. Lo malo para el entonces joven paje es que sus amos son la panda más viciosa e hipocrita que hubiera dado la tierra, pasando desde ciegos mendigos hasta hidalgos venidos a menos y siguiendo por religiosos más bien tacaños. Es por eso que Lazaro pasa de una lógica ingenuidad (dada su juventud) a intentar buscarse la vida, aunque sea engañando a sus propios amos. 
La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (conocida como el Lazarillo de Tormes para acortar lo largo de su título, algo habitual en España, por cierto) tuvo muchos seguidores y también extraordinarios enemigos que incluían a la terrible Inquisición. 


A los poderes de entonces, no les gustó que se críticara de forma expresa a los estratos sociales del momento y es por eso que fue prohibida hasta que durante el Siglo XIX, un cierto aperturismo propició el conocimiento de tan magna obra. Una novela maravillosa, que destacta por originalidad, su gran valor humano, su evidente trascendencia literaria, su estilo y un lenguaje modélico, flexible y expresivo e increíblemente irónico que le hace ser una de los más grandes escritos de la literatura en castellano.

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