martes, 13 de diciembre de 2016

Dominguito del Val y el libelo de sangre

"-¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo?
-¡Crucifícalo! -respondieron todos.
-¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido?
 Pero ellos gritaban aún más fuerte:
-¡Crucifícalo!
Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos delante de la gente.
-Soy inocente de la sangre de este hombre -dijo-. ¡Allá ustedes!
-¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!-contestó todo el pueblo"
Mateo 27: 22-25

Durante la Edad Media comenzaron a circular ciertos rumores en las que se afirmaba que los judíos realizaban crímenes empleando sangre humana durante sus rituales religiosos, incluyendo recreaciones de la crucifixión de Jesús y la bebida de la sangre. Es evidente que es falso puesto que la Ley Judía prohibe el asesinato, aparte de que la sangre y otros fluidos humanos son impuros. Sin embargo, los judíos eran lo peor de lo peor; los asesinos de Cristo, aquellos que había cometido el crimen más salvaje de la historia de la humanidad, vertiendo la sangre del salvador. Eran culpables de un delito sagrado. Poco nos importaban que los supuestos asesinatos fueran inventados y un caso paradigmático de eso fue lo que le ocurrió a Dominguito del Val. 


Dominguito era hijo de Sancho de Val e Isabel Sancho. Era infante del coro y monaguillo de La Seo. Un día fatídico (concretamente el 31 de Agosto de 1250) desapareció cuando tenía siete años de edad. Según cuenta la historia (o la leyenda) unos barqueros vieron fuego fatuo en la orilla del río Ebro y avisaron a las autoridades, que encontraron enterrado el cadáver del niño descompuesto.


El obispo de la Catedral afirmó que el niño había sido atraído engañado por un judío de nombre Albayuceto y llevado a la aljama local, donde había sido víctima de un asesinato ritual por los judíos, que trataron de repetir la Pasión de Cristo, crucificandolo en una pared con tres clavos y abriéndole el costado. Después lo habrían decapitado, le cortaron los pies y enterraron el cadáver en la ribera del río. Evidentemente esa teoría se la había sacado de la nada. Todos los judíos fueron encarcelados y confesaron bajo tortura todo lo que el Obispo había afirmado, siendo ajusticiados en la plaza de Zaragoza. Los huesos del niño fueron llevados a la Iglesia de San Gil  para posteriormente ser traídos a la Catedral, donde todavía se veneran como reliquias santas. 
Esta historia mezcla la realidad con la fantasía y es considerada la búsqueda de un atenuante más contra los judíos, algo que se dio en toda Europa con supuestas crucifixiones ritualistas de niños por parte de individuos que querían recrear la pasión de Cristo. 


La primera noticia del caso es de 1583 (más de trecientos años después del supuesto acontecimiento) y parece demostrado que fue la Iglesia local la que elaboró entonces las supuestas actas del suceso para apoyar la petición al Papa de que el niño al que se consideraba un mártir fuera santificado.  El niño fue canonizado y se le considera el patrón de los monaguillos, pero el origen apócrifo del mismo llevó a que durante el Concilio Vaticano II, Dominguito del Val fuera uno de los santos legendarios medievales (entre los que se encontraban San Cristóbal y San Jorge) cuyo culto fue suprimido del Novus Ordo.

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