martes, 5 de septiembre de 2017

Rebeca, Rebeca...

Muy reconocida por la película de Hitchcock, la novela de Daphne du Maurier es una mezcla de romantícismo, intriga y dolor (mucho dolor) que la hace una obra para el recuerdo.


Contado en forma de flashback ("Anoche soñé que volvía a Manderley"), un galán de posibles llamado Maxim de Winter viaja hasta Montecarlo para olvidar su pasado sobre todo en torno a la muerte de su esposa Rebeca. Allí se casa con una mujer más joven que él (La que cuenta la historia) y, tras la luna de miel, regresan a la mansión de campo de los Winter: Manderley. Todo es perfecto o aparentemente perfecto, puesto que la memoria de Rebeca parece perjudicar al marido. 

Daphne du Maurier

Él la ama o al menos eso cree la protagonista. Toda la mansión parece estar impregnado de un personaje que sin serlo (Puesto que está muerta) es dueño de aquella suntuosa mansión. Ni que decir que nunca se nos dice el nombre de la protagonista (Cosa curiosa), ni falta que hace, puesto que la protagonista es Rebeca y los celos que despierta en la nueva Señora de Winter la idea que él la sigue amando y que su matrimonio no fue más que un mero capricho de Maxim para intentar olvidarla sin conseguirlo. 
Ahí aparecen personajes sumamente extraños, llenos de secretos, como la señora Danvers, la siniestra ama de llaves, Jack Favell, un jactansioso borracho primo (y supuesto amante de Rebeca), Frank Crawley, el gerente de Maxim o la hermana y cuñado del señor de Winter. 


El ambiente recargado y claustrofóbico de la novela, así como los secretos que hay en la mansión y la aparentemente extraña muerte de Rebeca (¿Suicidio o asesinato?) dejan en vilo a cualquier lector incauto... y es que no hay nada como volver a Manderley.

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